sábado, 3 de mayo de 2008

Me hago humo


Sábado. Tomando un café exageradamente cargado. Me prendo otro cigarrillo. El tabaco. Sacando cuentas me doy cuenta que fumo hace unos 10 años. Y no sé qué sentir. Sé el daño que causa el tabaco. También conozco el placer que significa. Sé que sonará infantil e irresponsable de mi parte, pero creo que una gran parte de mi impulso fumador lo tengo de familia (claro, échale la culpa a todos menos a tí mismo). Mis abuelos paternos fumaban. Mi padre y hermano también. Mi madre fumaba ferozmente, hasta que un buen día lo dejó. Lo peor de todo es que lo dejó por mí, porque cuando era niño lloraba pensando en que el tabaco la mataría. Y lo dejó. Años más tarde tiene que soportar el ver a su hijo prenderse un pucho tras otro. Me acuerdo la primera vez que fumé. No, no era un adolescente aún. Calculo que tendría 5 o 6 años. Mis viejos se pedían y mandaban puchos todo el tiempo. Yo era el delivery boy. Me mandaban con puchos prendidos (par de irresponsables). Me divertía jugando al trencito. Pero un buen día, a mitad de camino, me pregunté a qué sabría ese humeante manjar que los adultos difrutaban tanto. Me bastó una pitada para pasar los siguientes tres días con la lengua blanca. Obvio, mis viejos nunca supieron que fue por mi precoz encuentro con el tabaco.
He fumado todas las marcas. La primera pitada fue con el nostálgico Premier. Ni idea si todavía existe. He tenido mis épocas de Lucky y de Camel. He fumado también otras marcas, pero las épocas habrían sido muy cortas o irrelevantes. Actualmente fumo Marlboro. Supongo que algunos estarán pensando (y no les faltaría razón) que fumo "ficho". Y sí, lo confieso. Lo que otros invierten en chelas, yo lo invierto en tabaco. Me he quedado sin dinero para regresar a mi casa en alguna ocasión, pero siempre tenía un cigarrillo en la mano para la larga caminata a casa (soy patético, lo sé).
Y si de humo de tabaco se trata, no puedo dejar de mencionar un texto que resume todo: "Sólo para fumadores" de Julio Ramón Ribeyro. No es una oda al fumador. Simplemente relata...hmmm...creo que la frase de Ribeyro lo resume mejor: "...a partir de cierto momento mi historia se confunde con la historia de mis cigarrillos..." En este texto Ribeyro se confiesa, se burla y explora con franca curiosidad el mundo del fumador. El que tenga tiempo y ganas, que lo lea.
El cigarrillo me acompaña, me mata, me calma, me irrita, y a veces hasta me remeda. No sé. A veces lo siento como una extensión de mi cuerpo. Otras veces es un humeante subversivo. Lo preocupante es que, sea como sea, tenemos una indestructible relación. Y no pretendo estar a favor ni en contra del hábito. El que fuma, que fume. Y el que no fuma, que no fume. Yo sólo espero el punto final para prender otro cigarrillo.

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