sábado, 17 de mayo de 2008

...

Parezco distraído pero me concentro en todo. Escucho el saxofón, el azul, y a veces también a ti. Me esmero en vivir, no bien, pero sí en vivir. Una hora para el amanecer y tengo tan poco y tanto en qué pensar.
Un piano te describe. Desde tus uñas comidas hasta tu última mirada. Te perdono. Porque no quiero ni puedo cargar con el odio. Porque tienes tus razones para haberme dejado morir ese poco. Tuve que comprender que soy lo que soy. Fue un proceso doloroso. Muy doloroso. Supongo que algún día me encontrarás otra vez. Y espero que para ese entonces haya dejado de sangrar. Espero que entiendas que no fuiste solo tú la que me mató. Fueron todas y, sobretodo, yo mismo.
Te sigo extrañando. No creas que he dejado ese pedazo de humanidad. Porque me sigo aferrando al dolor. Porque tus palabras saben callarme. Y a veces es mucho más fácil callar. Pero también comprendí que parte del quererte es dejarte libre. Libre para amar a otro. Libre para odiarme, también.
A pesar de todo tengo tanto por qué estar agradecido. Algunos amigos que me quieren pero no me escuchan. Amigas que temporalmente me detestan. Caminatas con cigarrillos. Diálogos en blanco y negro. Música. Música. Ideas obsesivas pero interesantes. Distintas formas de encontrarme a mí mismo. Reconocer y aceptar mis irracionales miedos. Cantar mal. Tantas cosas. Pero sobretodo estoy agradecido por estar conmigo. Tantos años sólo atinaba a odiarme. Pero tuve que aceptar que no tenía alternativa más que sobrellevar esta incómoda relación conmigo mismo. Y gracias a ti, que no me enseñaste nada. Sólo me empujaste, y eso me obligó a aprender a gatear. Tengo la esperanza hasta de aprender a caminar un día, pero hay tiempo para eso.
Y te quiero. Hasta más que antes. Diferente, en todo caso. Antes te necesitaba. Ahora te quiero porque me regalaste algunos recuerdos. Porque comprendo que no quisiste hacerme tanto daño, después de todo. Te quiero porque eres tú. Aún te quiero porque he decidido quererte. En parte, tengo que admitirlo, porque hay rezagos de debilidad. Pero también porque mereces cariño. Lo necesitas. Y alguna vez te quise tanto que he decidido quererte ahora. En última instancia, y siendo totalmente egoísta, te quiero porque quererte me hace bien.
Hay muchas contradicciones, al parecer. Aún debate mi pasado con mi presente. Pero creo que el conflicto, en éste caso, es sano. Necesario, en realidad. Y lo difícil es esto: quiero abrazarte. Pero no sé si es el pasado o el presente el que lo quiere. Y trato de pensar que no hay necesidad de llegar a una conclusión. Quizá ese abrazo sea para firmar de una vez la paz entre ambos. Talvez abraces a un niño asustado y dolido a la vez que al compañero que nunca tuviste. Quisiera regalarte ese abrazo. Ya no por mí: quiero que sea para ti.
No me puedo despedir. Porque después del punto final seguirás ahí. Yo también.

No hay comentarios: